Segunda parte del NUPA 13, "Cuestión de razones"
Ante
las situación económica y social declinante que nos lleva poco a
poco a la miseria progresiva, algo que lleva intrínseco el
capitalismo, se producen movimientos sociales de masas que intentan
frenar esta situación (tenemos desde hace más de un año el ejemplo
del 15M). Tanto la clase obrera como la clase media que se ve
proletarizada empiezan a realizar cada vez más acciones en la vida
pública. Así se
puede ver como cada vez más gente se involucra en manifestaciones,
aunque no estén promovidas por referentes sindicales, ya que a raíz
de la crisis, tanto económica como política, se han creado
diferentes colectivos que reclaman de una u otra manera un cambio en
el sistema. Y es en estos colectivos donde parte de la clase obrera
cree verse representada ya que en la mayoría de los discursos se
promueven cambios para la sociedad.
Es
común encontrar en estos nuevos colectivos y en los partidos
políticos que intentan vincularse a parte de los movimientos
sociales, unos patrones que se repiten en los discursos, que son el
reflejo de su ideología. Algunos optan por ensalzar la razón
como el eje central
para levantar una nueva sociedad. Algo que no es nada nuevo, pues en
el siglo XVIII o “Siglo
de Las Luces”, la
incipiente burguesía, preparando su ideología para su gran época,
ya pensaba que la razón,
junto con la verdad y
la justicia
concebidas
de forma absoluta,
resolverían todas
las contradicciones sociales.
Como
una vuelta al pasado, se vuelve a intentar que esa razón
absoluta, ajena a
las relaciones sociales y que despoja a la realidad de su base
material, sea la que nos salve de esta situación declinante del
capital. La razón no es más que un producto del cerebro, de la
naturaleza del ser humano, al igual que la imaginación, por ello
está condicionada por la ideología que nos imponen. Para que la
razón pudiera cambiar algo, el educador que nos educa (la sociedad)
tendría que ser educado , es decir, tendríamos que tener un
referente ideológico fuera de las manos del imperialismo. La
razón es un medio, y no un fin, necesario para la lucha
revolucionaria del proletariado.
Otro
discurso dominante que se une al anterior es el interclasista,
que no reconoce las diferentes clases sociales, tratando a todas las
personas como ciudadanos
de un lugar llamado mundo
sin dejar ver las
diferentes condiciones que se reproducen en la sociedad, la
diferencia tanto cualitativa como cuantitativa
de ser patrón a ser obrero. Y sin embargo es casi un recurso
literario hablar en el marco del interclasismo de la clase
política, como si
esta sí que fuera una clase social. Los políticos en todo caso son
los representantes de los intereses de la clase dominante, de la
burguesía, mientras los intereses de los proletarios aún no se ven
representados, que solo
se verán cuando ellos mismos ejecuten su programa revolucionario.
Este
tipo de interclasismo deriva en la meritocracia
y el tecnocratismo.
Por un lado una intenta justificar que “el que tiene algo en la
vida” es porque “se lo ha ganado”, donde los buenos gobernantes
serían los que han sido consecuentes con la ética
del esfuerzo (caso
de Amancio Ortega). Mientras la tecnocracia defiende que el
gobernante sea el mejor preparado para ello (al igual que Platón
ponía a los filósofos como los mejores gobernantes, y tomarlo como
referente, mecánicamente, sería volver al siglo IV a.C). Ninguna de
las dos reconoce ni las distintas condiciones en las que viven las
clases sociales, ni la misma lucha de clases. El obrero siempre se va
a esforzar y su esfuerzo,
entendido como fuerza de trabajo no como empeño que se pone a una
labor, quedará en
manos del capitalista. Por tanto, los proletarios sobreviven gracias
a su esfuerzo y lo que está seguro es que no llegarán a ser
gobernantes en una República democrática burguesa, que es lo que
defienden, en el mejor de los casos, estos movimientos.
Hay que dejar claro que las
condiciones materiales, es decir, las económicas y sociales, son la
base de la sociedad. Condicionan el modo de pensar, pues es de donde
se levanta toda la estructura social. De ahí que el modo de
producción determine las condiciones políticas e ideológicas. Como
los medios de producción están en manos de una clase, la burguesía,
la ideología que domina en la sociedad es la ideología burguesa
heredera de la vieja burguesía del siglo XIX. Solo
la conformación de un movimiento obrero revolucionario permitirá
que la razón acompañe a los oprimidos del mundo como medio para su
liberación de las manos del imperialismo.