Artículo del Ni Un Paso Atrás nº 12
Cuando
el jefe de la policía en el País Valenciano llamó enemigos a
estudiantes de la ESO no se le fue la pinza, estaba haciendo un
ejercicio inaudito de sinceridad.
En
torno a estas declaraciones se azuzó el mapa político de “la izquierda”
y del movimiento obrero. De un lado quedaron los de siempre, los que
son mayoría en nuestro ámbito, los que detrás de sus pomposas frases
defienden al régimen burgués y la dictadura del capital. Esos, los
reformistas, consternados pusieron el grito en el cielo. En el “Mundo
Obrero” se podía leer un artículo de un diputado de Izquierda Unida por
Valencia titulado “Somos el pueblo, no el enemigo”. En su escrito el diputado criticaba formalmente la actuación policial, pero en todo el trasfondo del
mismo, intentaba sortear la realidad intentando fundir al pueblo con la
policía que lo apalea al observar a ésta como un elemento distorsiado
por la "injerencia" de los mandos políticos del PP y en vez de como una
institución violenta al servicio de la burguesía y separada,
irremediablemente, del pueblo. Así, la "crítica" de la izquierda
parlamentaria a la policía se convirtió, en vez de en una denuncia sobre
el capitalismo y su Estado, en un esfuerzo por corregir las palabras
del jefe policial, cuyo cargo ocupa gracias al PSOE y mantiene con el
PP, mientras sus vínculos con la extrema derecha valenciana (a través de
concesiones públicas a las empresas que controlan) salen a la luz.
Relajando la lucha de clases quizás ganen votos estos “radicales de
salón” de la izquierda institucional pero están engañando al pueblo que
dicen representar, igual que el resto de grupos del arco parlamentario.
Frente a esto los trabajadores revolucionarios hemos de reconocer que precisamente por ser el pueblo somos el enemigo,
es decir, por ser trabajadores precarios o en paro, esperando un
subsidio o un billete para buscarnos las habichuelas lejos de nuestra
tierra, por eso, todo el aparato del Estado es una maquinaria en nuestra
contra y, salvo prueba contraria, somos culpables de la rebaja de la
famosa prima de riesgo, de las pérdidas del IBEX-35... y probablemente
hasta de los desmanes de Urdangarín y Paco Camps.
Los recortes sociales que se cargan el llamado Estado del bienestar
abren la brecha social en el estado español, algo que viene paralelo a
declaraciones que llevaban años queriendo soltar: El ministro Wert se
ríe de los hijos de los obreros y les dice que la Universidad no es
lugar para pobres. Desde el Ministerio de esclavitud asalariada
advierten a los parados que tendrán que trabajar gratis si quieren
seguir cobrando la desorbitada cifra de 420 euros mensuales. Y frente a
esto, frente a la confrontación directa que plantean los actuales
gestores del capital, aparecen los reformistas con sus retahílas de
apagafuegos: no somos el enemigo, no entremos en provocaciones de la derecha…
resumiendo secundemos las manifestaciones convocadas por los sindicatos
mayoritarios y votemos a “la izquierda” en el próximo circo electoral. Confiemos en la negociación y en la resistencia pacífica (votarle
a ellos). No se nos ocurra pensar que somos una clase que necesita de
organización y lucha distintas de las que nos ofrece el Estado, sus
instituciones y sus gestores.
Pero esas simplezas de “izquierda” y “derecha” defendidas por la prensa
y el reformismo, poco a poco empiezan a perder fuelle en la calle. Las
clases sociales toman cuerpo en la contienda y quienes estamos por la
Revolución Social nos acordamos del “klasse gegen klasse” (clase contra clase) impulsado por los comunistas y que
retumbó en toda Alemania antes de que el fascismo tomase el poder. Una
consigna que iba tanto contra el fascismo de Hitler (y de Tysssen-Krupp,
Mercedes Benz, Deutsche Bank…) como contra los socialdemócratas que
fueron los primeros en utilizar a grupos paramilitares (freikkorps) para
aniquilar al movimiento revolucionario, tan pronto como durante las
insurrecciones obreras de 1918-19 que acabaron con las ejecuciones de
miles de obreros junto a algunos de los mejores hijos del pueblo alemán
como Rosa Luxemburgo, Carlos Liebknecht, etc. Consigna proletaria y
revolucionaria la del clase contra clase que
fue aparcada en la historia en detrimento del interclasismo a partir de
los años 30 pero que hoy merece ser rescatada para que tengamos claro
que los trabajadores y los sectores excluidos por el capital somos la
clase proletaria, somos
el pueblo verdadero que no tiene complejos por destacarse como enemigo
del fascismo y de la banca, de la policía y de la prensa, de la
burocracia política y militar de este Estado parlamentario que
no tiene complejo alguno en reconocer que para que reine su orden es
preciso que tipos con pistola y 1´90 de altura apaleen a niñas de
instituto o acordonen barrios enteros para proceder a desalojar de sus
casas a familias obreras enfrentándose “goma” en mano a vecinos
jubilados.
Las dos almas de la burguesía están funcionando a toda máquina. Los
conservadores del gobierno aumentan la inversión en equipamiento
antidisturbios y militar y se utiliza la prensa para señalar a los
organizados justificando desde nazis a policía que actúan como grupos de
orden para desmovilizar a los sectores combativos. Los “progres” de la
“oposición” intentan meter sus pezuñas en los movimientos sociales y
juveniles para encuadrarlos y limitarlos a ser la comparsa callejera de
sus conflictos institucionales que poco o nada tienen que ver con los
intereses de la clase obrera.
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