martes, 24 de marzo de 2009

Dispersión la otra tortura


Todo ser humano tiene derecho a estar cerca de su familia, y donde quiera estar.

Una persona no puede ilegal, pero claramente si una persona incumple las leyes y realiza una injusticia, esta tiene que tener una repercusión de alguna manera, un cierto castigo pero ante todo una reeducación para que no vuelva a repetir esta perjudicial acción.

En el estado español, la consecuencia de todo hecho ilícito está condenado normalmente en el código penal con la pena de cárcel, con la cual, alejamos de la sociedad en un recinto cercado a un ser que hizo daño a la sociedad de muy distintas maneras, las que uno quiera imaginar. Ante este acto, la sociedad representado en el Estado debe responder de la manera que más adecuadamente le parece.

Es legítimo que el estado de derecho, democrático y popular establezca unas normas para defender unos derechos.

La cárcel es la pena que generalmente se usa para castigar a la persona que quebrantó la ley y los derechos establecidos, podemos no estar muy de acuerdo con esta pena, pues está estudiado muchas otras que pueden ayudar a la rehabilitación social y a evitar la estigmatización como consecuencia de reeducación delictiva y drogadicta que promueve un ambiente masificado y subcultural contra la sociedad.

Pero vayamos al tema que ahora mismo nos atañe, la dispersión, los centros penitenciarios están hechos en teoría para que el preso se reinserte socialmente a la final del cumplimiento de la pena, durante este periodo de tiempo encerrado, esta persona debería seguir un tratamiento de educación social en colaboración con las familias para que no volviese a delinquir. Pero desgraciadamente, muchos presos están sufriendo una triple condena, y su familia también.

Además del alejamiento de la sociedad que viene impuesto por el código penal, sufrimos la construcción de cárceles alejadas de nuestro entorno, que dificultan e imposibilitan visitar periódicamente a su familiar o amigo preso.

Están creadas muy lejos de la población hace que también la sociedad no se preocupe por las condiciones e infraestructura penitenciaria, por el cumplimiento de la ley y los derechos humanos dentro de ella. La sociedad se olvida de sus obligaciones como tal, pues muchos de estos presos delinquieron en parte por consecuencia de unos valores antisociales que se fomentan dentro de la familia, y todo el entorno, como el racismo, la drogadicción, la exclusión económica. La lejanía del centro de cualquier localidad suscita aún mas, estigmatización de cualquier persona que intente después de un tiempo de condena su reinserción social, pues se ve marginado de lo que acontece en su entorno.

La dispersión del preso hace que haga ya tremendamente difícil que sus familiares y amigos venga al centro, teniendo que recorrer de cientos y cientos de kilómetros y a veces hasta miles si lo envían a las islas, esto no favorece la reinserción social sino el odio hacia la sociedad que separa de su lugar de origen, obstruyendo las visitas de sus allegados. Los relacionados con la persona presa sienten sus derechos humanos conculcados, pues ellos no tienen porque tener la culpa de que delinquiese su familiar, y ser reos y culpabilizados ellos también de algo que no hicieron.

La dispersión es la condena que infringe al entorno de la persona presa y que le puede suponer hasta la muerte, en cualquier accidente de tráfico, desgraciadamente muy general en nuestras carreteras, junto también al coste económico provocado.

No podemos callar esta injusticia y mirar a otro lado por muy ajenos que nos sintamos del mundo presidiario, porque los derechos humanos deben ser cumplidos para tod@s, aunque sufran la consecuencia de sus ilegales actos, no dejan de ser personas.

No debemos olvidar que nosotr@s la sociedad no podemos funcionar con esquemas de odio y seguir las pautas de cualquier delincuente, debemos protegernos de la conculcación de los derechos pero también debemos seguir una ética social y política que nos distancie de la simple venganza.

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