lunes, 26 de enero de 2009

YES, WE CAN KILL THE PALESTINIAN PEOPLE

La elección de Barack Obama para la presidencia de los USA ha generado por todo el mundo un clima de esperanza en un “cambio”, bastante abstracto éste, aunque lo más sorprendente es que muchos miembros de la llamada izquierda transformadora también han alimentado este ambiente de confianza en cambios reales en el sistema a través de sus propias instituciones.

Sin embargo, la realidad es tozuda, y ya antes de la toma de posesión del cargo por el nuevo presidente todo apunta a que la esperanza negra no será, como era previsible, más que un cambio de fachada, muy necesario para el imperialismo yanqui en el contexto de deslegitimación y debilidad en que ha quedado tras ocho años de fundamentalismo neocon.

Y es que Obama se parece mucho, a gran escala, al efecto ZP que ya hemos conocido por estos pagos. Si el cacareado pacifismo del presidente español quedó reducido a la retirada de Irak, manteniéndose la presencia militar española en el resto de lugares donde se encuentra, aumentándose en Afganistán y enviando un nutrido contingente al Líbano para sancionar el statu quo tras la última agresión de los genocidas sionistas al país, amén de eliminar el límite legal de tropas que pueden ser enviadas al extranjero; Obama va por el mismo camino. Si se ha anunciado una reducción de efectivos en Irak sólo ha sido para reforzar la presencia en Afganistán, donde la resistencia se fortalece, proyectar una mayor intervención en Pakistán y seguir considerando a Irán “enemigo público número uno”; por lo que parece que tenemos guerra contra el terror para rato. Si ahora parece que Obama va a prestar más atención a esa legalidad internacional, hecha a medida de los imperialistas, y a esa cueva de ladrones que es la ONU, no es sino porque, si algo han dejado claro los ocho años de presidencia de Bush, es que el papel de los USA como único policía mundial es sustancialmente insostenible y necesita de la ayuda de otros imperialistas para salir de los atolladeros en los que se ha metido. Así, todas las loas al “multilateralismo” y al “consenso internacional” (imperialista) son la certificación de este hecho incontestable.

De hecho, Obama ya ha mostrado cuál es la verdadera cara de esta multilateralidad, y la primera petición a los imperialistas europeos ha sido una mayor implicación militar de éstos en Afganistán. De este modo, la “nueva cara” de la administración USA en materia internacional se resume a: reconstrucción de los mecanismos políticos que legitiman el dominio imperialista en el mundo (fundamentalmente la ONU, desacreditada tras estos años de unilateralidad neocon) y un mayor peso militar, y por tanto en la toma de decisiones, de los rapaces europeos en la labor de aplastar a los pueblos que se oponen a sus designios; además de una prudencia que tiende a no abrir nuevos frentes en espera de solucionar los actuales y que invita a una posición dialogante con otros imperialistas menos amistosos, como Rusia, que ya mostró músculo el pasado verano en Georgia.

Pero si algo ha retratado a Obama ha sido su silencio cómplice e hipócrita durante la enésima escenificación del genocidio sionista contra el pueblo palestino, con la burda excusa de que “presidente sólo puede haber uno”, mientras, a la vez, anunciaba numerosos paquetes de medidas económicas. ¡Es evidente que a estas alturas sólo puede darse por engañado quien quiera estarlo!

La impune masacre sionista, que sólo puede dejar insensible a los cínicos o a los sádicos, y que se ha saldado, por ahora, con más de 1.000 muertos y millares de heridos, reclama de esa heterogénea y confundida izquierda transformadora, además de toda la solidaridad posible con Palestina y su resistencia, una cohesión ideológica que el genocidio sionista favorece, pues su actitud y la de sus cómplices occidentales (empezando por el hipócrita y criminal gobierno del PSOE, proveedor de armas a Israel) erosiona sus propios fundamentos legitimadores.

Para empezar, han vuelto a demostrar el verdadero carácter del sufragio universal, las elecciones, el parlamento y todos los adornos de la democracia parlamentaria como mecanismo de gestión de los intereses del capital y del imperialismo. Cuando existe la posibilidad de victoria de alguien ajeno a esas instancias la “democracia” es finiquitada. La victoria electoral de Hamás, totalmente legítima (según todos los observadores internacionales, es decir ¡según sus observadores!), fue seguida por un golpe de estado de Al-Fatah (abortado en Gaza, pero que en Cisjordania se saldó con una cruenta represión contra Hamás), orquestado y financiado por USA e Israel, como han demostrado documentos internos estadounidenses que han salido a la luz pública.

En segundo lugar, la brutal masacre y agresión (que no “respuesta desproporcionada”, pues la tregua de seis meses fue proclamada unilateralmente por Hamás y expiró al no ser respetada en ningún momento por Israel mantenimiento del bloqueo impuesto a Gaza tras la victoria electoral de Hamás y constantes incursiones militares), legitimada en una supuesta “defensa contra el terrorismo” ha sobrepasado los niveles imaginables (en poco más de dos semanas centenares de muertos más que ETA en cuarenta años) y ha evidenciado a todos los que la legitiman (prácticamente todos los Estados del mundo) lo que realmente les importa la vida humana (y todavía tendremos que seguir aguantando el baboseo alrededor de las víctimas cuando los muertos sean suyos), lo que se esconde tras ese fantasmagórico terrorismo con el que nos hipnotizan (que no es otra cosa que la resistencia de los pueblos a sus tropelías) y quiénes son los encargados de llevar a cabo la “lucha antiterrorista” (unos impunes carniceros).

Es nuestro deber que esta masacre suponga un punto de inflexión en el discurso y la política de los que queremos cambiar este injusto mundo. La “libertad y democracia” del occidente imperialista-sionista no es sino la libertad de los poderosos y los explotadores para hacer y deshacer a su antojo, y toda su legalidad no es más que una tapadera legitimadora de la más cruel y descarnada violencia, de unas relaciones de fuerza bruta que son las que realmente rigen el mundo. Es hora de aplicarnos el cuento, es un crimen seguir legitimando su legalidad y su democracia y también continuar participando de ese seudopacifismo del cinismo y la “condena”.

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