- El racismo y la lucha de clases
- Cuestión de razones
- Disturbios en Amiens(Francia).
EL RACISMO Y LA LUCHA DE CLASES
En la situación de
crisis cíclica del capital que vivimos, la clase dominante busca sus
chivos expiatorios
entre los de siempre:
los parados, que “son unos vagos”; los que trabajan, que “no
son productivos”; los obreros extranjeros, “que nos invaden”.
En definitiva, los sectores más débiles de la clase trabajadora que
son aquellos sobre los que cae el peso del sistema imperante: la
precariedad laboral, el paro, la pobreza, los desahucios, la
marginación, etc.
Hay
quien niega la existencia de estos problemas y hay quien se presta a
resolverlos “alternativamente” mostrando su solidaridad mensual
con una cuota
caritativa.
En ambos casos se está negando el problema clave,
una
sociedad dividida en clases que necesita cambiar radicalmente su
base para extinguir cualquier desigualdad.
Uno
de los problemas básicos que ha de enfrentar en su día a día un
sector de la masa proletaria que todo
lo padece, es el del
racismo,
que se traduce en la sociedad burguesa en forma de marginación
social, persecución institucional y represión policial.
El establishment
se cuida mucho de atajar este problema poniendo en práctica sinceras
y nada engañosas
campañas contra el racismo en las que podemos ver, en el caso de la
Euro UEFA 2012, a Karim Benzema, un francés argelino, y Clarence
Seedorf, un holandés caribeño, intercambiándose camisetas
nacionales, con el supuesto objeto de luchar contra el racismo. Y
esto estaría muy bien, si no fuese porque esta propaganda pretende
normalizar algo que es falso: la igualdad social en la Europa
imperialista de aquellos que proceden de las conquistas coloniales
del viejo continente y que además, presenta a dos sujetos que están
acomodados en esta sociedad y que para nada se corresponden con lo
que la propaganda los pretende ligar: por lo general, un inmigrante
vive en un barrio proletario donde la marginación y el terror
policial son el día a día de miles de jóvenes. Y los que viven en
Surinam, lejos de seguir el tren de vida de una estrella del fútbol,
tienen una renta per cápita 5 veces inferior a la de los súbditos
del reino de Holanda. Es decir que la propaganda “anti-racista”
del poder lo que pretende es ocultar la situación verdadera de
aquellos a los que quiere representar: Benzema no es el ejemplo de
los millones de proletarios migrantes de tercera generación que
malviven en una banlieue
y Seedorf poco se parece a los sectores populares de los países
descolonizados de América o África.
Frente a todas las
operaciones estéticas del capital ante las contradicciones que
genera es necesario tener unos conceptos claros, diferentes por
necesidad, a los que politólogos, publicistas o filósofos burgueses
hayan tratado de explicar a lo largo de la historia y a los que
estamos acostumbrados.
Si
intentamos comprender desde un punto de vista diferente al que nos
imponen, qué es una nación, diremos que la nación
es una comunidad
compuesta por un conjunto de personas, formada a lo largo de la
historia en torno a un territorio e idioma común, una economía
conjunta (un mercado) y una psicología
manifestada a través
de la identificación cultural de esta comunidad. Las naciones
aparecen con el desarrollo de las relaciones económicas capitalistas
que “acuden al
despertar de las
naciones” de la mano
de la burguesía. Es decir, que la clase burguesa al necesitar de un
mercado común para mover sus mercancías y su economía intentó
agrupar en torno a sí misma los distintos factores sociales que
desembocan en una conciencia nacional y por ende, un movimiento
político nacional, cuyo objeto es la creación de un Estado que
garantice tanto el asentamiento como el desarrollo de ese mercado.
Cuando
decimos Estado,
hemos de entender que nos referimos al aparato político del que se
dota históricamente la clase dominante para perpetuar su régimen de
dominación económica y política. En el caso de la burguesía su
Estado viene a sustituir
al
feudalismo, implantando el modelo que mejor le permita malear a los
obreros y ampliar mercados.
El
Estado, como instrumento para la opresión de una clase sobre otra,
no deja de reflejar todas las contradicciones que supuran a la
sociedad capitalista. La principal de éstas, es la que se da entre
la clase obrera y la capitalista. Estas clases sobrepasan la
nacionalidad o la etnia
de quienes las conforman, no obstante al ser la nación un elemento
diferenciador con el que juega la clase capitalista, se intenta darle
importancia a la cuestión nacional, racial, etc. para restarle a la
principal (la lucha de los obreros contra el capitalismo). Y aunque
la burguesía realice algunos ejercicios de propaganda contra el
racismo, lo que hace realmente es reforzar la segregación, los
valores nacionales
y las tradiciones
para dividir a la clase obrera: señala a los obreros inmigrantes
como ladrones de puestos de trabajo aunque quien verdaderamente
comete el robo es aquel que es dueño de la fábrica, el capitalista,
que roba al conjunto de la sociedad y más, al conjunto de la clase
obrera (nativa o extranjera) la posibilidad de detentar en sus
propias manos los puestos de trabajo.
Con la
conflictividad social en auge, la burguesía se prepara para la lucha
y azuza sus ataques contra los obreros inmigrantes. El calado del
discurso de odio al inmigrante y de patriotismo es mayor y esto se
debe a que diversos sectores de la sociedad ante una crisis económica
se proletarizan (por ejemplo, la pequeña burguesía pierde poder
económico y se convierte en un obrero asalariado) ya que el
capitalismo en su regeneración necesita destruir puestos de trabajo
y para dejar libre el capital que pertenece mayoritariamente, en la
fase imperialista en la que nos encontramos, a los monopolios
económicos. Y al discurso racista (que abanderan los fascistas
griegos, los populistas franceses o amplios sectores de los
demócratas de toda la
vida en el Estado
español) se une la fascistización social que aumenta la represión
a los sectores populares, lo que daña aún más a los
inmigrantes.
En
torno al sentimiento nacional
Si la crisis en el
Estado español supone recortes sociales, represión, etc. hacia el
exterior fomenta las guerras para el reparto de los mercados. La
mayoría de la sociedad está de acuerdo en la crueldad y el horror
que supone la guerra. Pero si tenemos en cuenta que la hegemonía
política la tiene hoy día la clase capitalista, ante la
desorganización de los trabajadores, este “pacifismo” solo puede
corresponderse a los intereses de una u otra facción de la clase
dominante. Por ejemplo, hace años con la invasión de Irak un amplio
sector de la sociedad se movilizó contra la participación de las
tropas españolas en dicha masacre. Pero se movilizó en contra de la
guerra en Irak y no de la Guerra en general, todo porque un sector
del capital español, el representado por el PSOE, no obtendría
beneficio de esa empresa bélica. Hay que decir, para no llevar a
engaños, que luchar contra cualquier tipo de guerra sería absurdo y
solo ayudaría al orden establecido ya que en una sociedad dividida
en clases, donde las burguesías cuentan con destacamentos armados
(Ejércitos, policía) para defender su bienestar, la clase obrera
está obligada a luchar con todas las consecuencias que ello
conlleva. Por eso aquí también hace falta un análisis de clase,
sobre el carácter de clase de la guerra, qué clases la sustentan y
las condiciones históricas/económicas que la han originado, que nos
llevará a escuchar algo como que la clase trabajadora debe emprender
una lucha violenta organizada mediante un elemento transformador
compuesto por un conjunto de organizaciones que sirven todas a un
mismo interés. Imprescindible para ello que haya un factor subjetivo
para que la clase obrera esté dotada de un ideario que la lleve a
comprender la cuestión de la contradicción capital-trabajo y la
emancipación de tal, mediante elementos de lucha política
encaminados a crear una sociedad sin clases y, una vez eliminado el
capital, sin guerras.
Si comentamos esto
aquí es porque la guerra contra un país o un “enemigo” foráneo
obliga a las clases dominantes a crear una propaganda chovinista
(patriótica y opresora) contra un país, una etnia, una religión,
etc. Israel, un Estado sionista (racista por cuanto observa la
pertenencia a una religión como elemento para hablar de superioridad
entre las personas) es el mejor ejemplo. La guerra y el odio hacia el
exterior es una constante en la política de la burguesía israelí
de tal modo que el odio a los palestinos musulmanes se lleva hasta
las últimas consecuencias: apartheid
(como pasó en Sudáfrica) para el pueblo palestino, al que se le
quita hasta el agua, justificado todo en la defensa nacional frente
al extranjero. Similitud que se encuentra en el discurso de los
fascistas griegos que para la “defensa de la patria” se organizan
en bandas para apalear a obreros inmigrantes. Añadiremos que aquí,
como ocurre con todos los fascistas, dicen defender a la patria de
toda injerencia (refiriéndose al rescate y a la venta al por mayor
de los bienes griegos al capitalismo alemán) sin embargo las
acciones de los fascistas se encaminan en exclusiva a atacar al
inmigrante, al obrero organizado.
Aquí el
movimiento obrero y antifascista ha de ser nutrido por los obreros
inmigrantes y éstos han de tomar conciencia de que tienen que
organizarse para luchar contra el capital, que no dudará en
exacerbar el “sentimiento nacional” para convertirlos en el chivo
expiatorio de la crisis
(ya pasa en algunas localidades de Catalunya y el Levante). Los
obreros, sean de aquí o de fuera, han de organizarse y dotar a sus
luchas de un carácter totalizador. Este movimiento debe formar parte
de la suma de organizaciones dentro del movimiento obrero
revolucionario, debe caracterizarse por ser anticapitalista, por
fijarse en el aspecto de clase del fascismo.
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