martes, 18 de septiembre de 2012

NUPA 13

Presentación de la edición número 13 del Ni Un Paso Atrás:
- El racismo y la lucha de clases
- Cuestión de razones
- Disturbios en Amiens(Francia).


EL RACISMO Y LA LUCHA DE CLASES

En la situación de crisis cíclica del capital que vivimos, la clase dominante busca sus chivos expiatorios entre los de siempre: los parados, que “son unos vagos”; los que trabajan, que “no son productivos”; los obreros extranjeros, “que nos invaden”. En definitiva, los sectores más débiles de la clase trabajadora que son aquellos sobre los que cae el peso del sistema imperante: la precariedad laboral, el paro, la pobreza, los desahucios, la marginación, etc.
Hay quien niega la existencia de estos problemas y hay quien se presta a resolverlos “alternativamente” mostrando su solidaridad mensual con una cuota caritativa. En ambos casos se está negando el problema clave, una sociedad dividida en clases que necesita cambiar radicalmente su base para extinguir cualquier desigualdad.
Uno de los problemas básicos que ha de enfrentar en su día a día un sector de la masa proletaria que todo lo padece, es el del racismo, que se traduce en la sociedad burguesa en forma de marginación social, persecución institucional y represión policial. El establishment se cuida mucho de atajar este problema poniendo en práctica sinceras y nada engañosas campañas contra el racismo en las que podemos ver, en el caso de la Euro UEFA 2012, a Karim Benzema, un francés argelino, y Clarence Seedorf, un holandés caribeño, intercambiándose camisetas nacionales, con el supuesto objeto de luchar contra el racismo. Y esto estaría muy bien, si no fuese porque esta propaganda pretende normalizar algo que es falso: la igualdad social en la Europa imperialista de aquellos que proceden de las conquistas coloniales del viejo continente y que además, presenta a dos sujetos que están acomodados en esta sociedad y que para nada se corresponden con lo que la propaganda los pretende ligar: por lo general, un inmigrante vive en un barrio proletario donde la marginación y el terror policial son el día a día de miles de jóvenes. Y los que viven en Surinam, lejos de seguir el tren de vida de una estrella del fútbol, tienen una renta per cápita 5 veces inferior a la de los súbditos del reino de Holanda. Es decir que la propaganda “anti-racista” del poder lo que pretende es ocultar la situación verdadera de aquellos a los que quiere representar: Benzema no es el ejemplo de los millones de proletarios migrantes de tercera generación que malviven en una banlieue y Seedorf poco se parece a los sectores populares de los países descolonizados de América o África.
Frente a todas las operaciones estéticas del capital ante las contradicciones que genera es necesario tener unos conceptos claros, diferentes por necesidad, a los que politólogos, publicistas o filósofos burgueses hayan tratado de explicar a lo largo de la historia y a los que estamos acostumbrados.
Si intentamos comprender desde un punto de vista diferente al que nos imponen, qué es una nación, diremos que la nación es una comunidad compuesta por un conjunto de personas, formada a lo largo de la historia en torno a un territorio e idioma común, una economía conjunta (un mercado) y una psicología manifestada a través de la identificación cultural de esta comunidad. Las naciones aparecen con el desarrollo de las relaciones económicas capitalistas que “acuden al despertar de las naciones” de la mano de la burguesía. Es decir, que la clase burguesa al necesitar de un mercado común para mover sus mercancías y su economía intentó agrupar en torno a sí misma los distintos factores sociales que desembocan en una conciencia nacional y por ende, un movimiento político nacional, cuyo objeto es la creación de un Estado que garantice tanto el asentamiento como el desarrollo de ese mercado.
Cuando decimos Estado, hemos de entender que nos referimos al aparato político del que se dota históricamente la clase dominante para perpetuar su régimen de dominación económica y política. En el caso de la burguesía su Estado viene a sustituir
al feudalismo, implantando el modelo que mejor le permita malear a los obreros y ampliar mercados.
El Estado, como instrumento para la opresión de una clase sobre otra, no deja de reflejar todas las contradicciones que supuran a la sociedad capitalista. La principal de éstas, es la que se da entre la clase obrera y la capitalista. Estas clases sobrepasan la nacionalidad o la etnia de quienes las conforman, no obstante al ser la nación un elemento diferenciador con el que juega la clase capitalista, se intenta darle importancia a la cuestión nacional, racial, etc. para restarle a la principal (la lucha de los obreros contra el capitalismo). Y aunque la burguesía realice algunos ejercicios de propaganda contra el racismo, lo que hace realmente es reforzar la segregación, los valores nacionales y las tradiciones para dividir a la clase obrera: señala a los obreros inmigrantes como ladrones de puestos de trabajo aunque quien verdaderamente comete el robo es aquel que es dueño de la fábrica, el capitalista, que roba al conjunto de la sociedad y más, al conjunto de la clase obrera (nativa o extranjera) la posibilidad de detentar en sus propias manos los puestos de trabajo.
Con la conflictividad social en auge, la burguesía se prepara para la lucha y azuza sus ataques contra los obreros inmigrantes. El calado del discurso de odio al inmigrante y de patriotismo es mayor y esto se debe a que diversos sectores de la sociedad ante una crisis económica se proletarizan (por ejemplo, la pequeña burguesía pierde poder económico y se convierte en un obrero asalariado) ya que el capitalismo en su regeneración necesita destruir puestos de trabajo y para dejar libre el capital que pertenece mayoritariamente, en la fase imperialista en la que nos encontramos, a los monopolios económicos. Y al discurso racista (que abanderan los fascistas griegos, los populistas franceses o amplios sectores de los demócratas de toda la vida en el Estado español) se une la fascistización social que aumenta la represión a los sectores populares, lo que daña aún más a los inmigrantes.
En torno al sentimiento nacional
Si la crisis en el Estado español supone recortes sociales, represión, etc. hacia el exterior fomenta las guerras para el reparto de los mercados. La mayoría de la sociedad está de acuerdo en la crueldad y el horror que supone la guerra. Pero si tenemos en cuenta que la hegemonía política la tiene hoy día la clase capitalista, ante la desorganización de los trabajadores, este “pacifismo” solo puede corresponderse a los intereses de una u otra facción de la clase dominante. Por ejemplo, hace años con la invasión de Irak un amplio sector de la sociedad se movilizó contra la participación de las tropas españolas en dicha masacre. Pero se movilizó en contra de la guerra en Irak y no de la Guerra en general, todo porque un sector del capital español, el representado por el PSOE, no obtendría beneficio de esa empresa bélica. Hay que decir, para no llevar a engaños, que luchar contra cualquier tipo de guerra sería absurdo y solo ayudaría al orden establecido ya que en una sociedad dividida en clases, donde las burguesías cuentan con destacamentos armados (Ejércitos, policía) para defender su bienestar, la clase obrera está obligada a luchar con todas las consecuencias que ello conlleva. Por eso aquí también hace falta un análisis de clase, sobre el carácter de clase de la guerra, qué clases la sustentan y las condiciones históricas/económicas que la han originado, que nos llevará a escuchar algo como que la clase trabajadora debe emprender una lucha violenta organizada mediante un elemento transformador compuesto por un conjunto de organizaciones que sirven todas a un mismo interés. Imprescindible para ello que haya un factor subjetivo para que la clase obrera esté dotada de un ideario que la lleve a comprender la cuestión de la contradicción capital-trabajo y la emancipación de tal, mediante elementos de lucha política encaminados a crear una sociedad sin clases y, una vez eliminado el capital, sin guerras.
Si comentamos esto aquí es porque la guerra contra un país o un “enemigo” foráneo obliga a las clases dominantes a crear una propaganda chovinista (patriótica y opresora) contra un país, una etnia, una religión, etc. Israel, un Estado sionista (racista por cuanto observa la pertenencia a una religión como elemento para hablar de superioridad entre las personas) es el mejor ejemplo. La guerra y el odio hacia el exterior es una constante en la política de la burguesía israelí de tal modo que el odio a los palestinos musulmanes se lleva hasta las últimas consecuencias: apartheid (como pasó en Sudáfrica) para el pueblo palestino, al que se le quita hasta el agua, justificado todo en la defensa nacional frente al extranjero. Similitud que se encuentra en el discurso de los fascistas griegos que para la “defensa de la patria” se organizan en bandas para apalear a obreros inmigrantes. Añadiremos que aquí, como ocurre con todos los fascistas, dicen defender a la patria de toda injerencia (refiriéndose al rescate y a la venta al por mayor de los bienes griegos al capitalismo alemán) sin embargo las acciones de los fascistas se encaminan en exclusiva a atacar al inmigrante, al obrero organizado.
Aquí el movimiento obrero y antifascista ha de ser nutrido por los obreros inmigrantes y éstos han de tomar conciencia de que tienen que organizarse para luchar contra el capital, que no dudará en exacerbar el “sentimiento nacional” para convertirlos en el chivo expiatorio de la crisis (ya pasa en algunas localidades de Catalunya y el Levante). Los obreros, sean de aquí o de fuera, han de organizarse y dotar a sus luchas de un carácter totalizador. Este movimiento debe formar parte de la suma de organizaciones dentro del movimiento obrero revolucionario, debe caracterizarse por ser anticapitalista, por fijarse en el aspecto de clase del fascismo.



No hay comentarios: