jueves, 10 de julio de 2008

EDITORIAL: Contra la criminalización de los movimientos sociales.




Desde la Plataforma Antifascista de Zamora queremos denunciar la represión y criminalización que está ejerciendo este estado capitalista contra los movimientos sociales que no se dejan doblegar a su poder, en esta represión está incluido también el movimiento antifascista.

Estamos asistiendo en los últimos meses a una intensa represión que afecta a cada vez más sectores de la izquierda del estado: en el pasado mes de marzo el sindicato ultraderechista “Sindicato de Funcionarios manos limpias” solicitó la ilegalización, ante la Audiencia de Madrid, de la Coordinadora Antifascista de Madrid, anteriormente había exigido la ilegalización de Izquierda Castellana ante la Audiencia Nacional (denuncia que ha sido archivada por la misma Audiencia hace unos días). Mientras tanto, los partidos nazi-fascistas se manifiestan por las calles de nuestros barrios y ciudades con total impunidad.

No solamente los antifascistas madrileños están sufriendo la represión, diversos movimientos antifascistas del resto del estado siguen o han sido reprimidos en los últimos meses: en San Sebastián jóvenes antifascistas han sido acusados de terrorismo callejero al protestar contra un acto de falange , en Cangas de Onís ( Asturies), y por un acto de similares características, han sido enjuiciados 14 antifascistas a los que se les piden penas de prisión que suman 35 años de cárcel (por ese motivo se a puesto en marcha la campaña “35” en todo el estado, desde la Plataforma Antifascista de Zamora también la apoyamos). Estos mismos hechos represivos se han repetido, tras las concentraciones por la muerte del compañero Carlos Palomino, en Barcelona, Cáceres o Castellón.

Pero no sólo el movimiento antifascista está siendo reprimido mediante sanciones, detenciones y demás artimañas legales en todo el estado. También el movimiento por “una vivienda digna” se ve atacado (hay nueve personas encausadas, detenidas hace dos años, a las cuales las fiscalía pide un total de 50 años de cárcel, mediante acusaciones falsas y manipuladas). El movimiento anti-LOU también ha sufrido la represión. Jóvenes independentistas catalanes han sufrido encarcelamiento y fuertes multas acusados de ultrajes a la bandera española o a la monarquía. No podemos olvidarnos de la persecución que sufren los movimientos de solidaridad con los presos políticos (como Socorro Rojo Internacional) o las constantes detenciones contra integrantes y simpatizantes de la Izquierda abertzale. Los actos de desalojo que sufren los centros sociales ocupados y la criminalización de grupos de música con un contenido político combativo como Soziedad Alkoholika, Banda Bassotti o Fermín Muguruza como casos más conocidos.

Desde la Plataforma Antifascista de Zamora creemos que toda esta represión se debe a la presente crisis económica, que traerá consigo una revitalización de los movimientos sociales y populares.

¿65 horas semanales? La esclavitud vuelve a la legalidad burguesa


Reunidos en Bruselas, miembros de la Comisión Europea han decidido “reflexionar” sobre la posibilidad de que se establezca en Europa la jornada laboral de 65 horas semanales. Todos y cada uno de los ministros de trabajo de los Estados de la Unión (a excepción del ministro del estado español, que se abstuvo) decidieron votar a favor de esta medida, que deberá pasar posteriormente la aprobación del parlamento europeo. Parece complicado que en este trámite se paralice este atentado a los derechos de los trabajadores y más si tenemos en cuenta los últimos “preceptos” de los que quieren hacer doctrina el ala más reaccionaria de la política europea. Por tanto esta idea de la Comisión Europea no debe verse como un hecho aislado, sino como una medida más, destinada a la paulatina pérdida de derechos de los trabajadores y trabajadoras, de los inmigrantes, de los sindicatos, colectivos sociales y todos aquellos que están haciendo frente al sistema vigente y a su modelo económico y político.

La UE no parece por tanto que vaya a tener ningún tipo de problema en legislar en contra de las recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo, que indica que nadie puede trabajar más de 48 horas semanales, ya que podría producir enfermedades o trastornos psicológicos, fatiga, trastornos del sueño. Casi un siglo tienen estas recomendaciones, que deberían ser revisadas en beneficio de los trabajadores y no en su contra.

No sabemos muy bien si por miedo a la contestación social o con intención de acabar con los sindicatos de clase, creemos que más lo segundo ya que no dan puntadas sin hilo, la Comisión ha indicado que sólo será de carácter voluntario, decisión de cada trabajador en acuerdo con su empleador. Como si los trabajadores estuvieran en situación de poder pactar de forma individual con el empresario. Unos trabajadores se separarán del colectivo para pactar sus propias condiciones con el patrón, en detrimento del resto, de aquellos que no puedan extenderse o que deseen preservar inalterable su tiempo de descanso. En consecuencia, se «privilegiará» a los primeros (si es que puede llamarse privilegio), y será más fácil prescindir de los segundos, a los que se les podrán imponer condiciones más duras si no quieren ir a la calle. En definitiva un ataque directo a la mediación sindical, a los convenios colectivos y en último caso incluso a la existencia misma de los sindicatos.

Por si esto fuera poco, los Estados podrán optar entre aplicar la normativa de las 65 horas o no aplicarla. Eso por lo menos en teoría, ya que los Estados que no lo apliquen en un primer momento podrían encontrase con un problema de deslocalización industrial o de fuga de empresas, ya que las empresas estarán más interesadas en exprimir a los trabajadores durante 65 horas semanales y por tanto reducir los gastos sociales y la presión sindical.

Ante este panorama nos queda a los trabajadores recordar la historia de cómo se consiguieron las mejoras laborales en las últimas décadas del siglo XIX y primeros del XX, y fue con la movilización, con el estallido social, con la barricada. Sería lamentable que tuviéramos que salir a la calle 100 años después, para mantener los frutos por los que lucharon nuestros tatarabuelos en vez de salir a la calle a reclamar las 35 horas semanales, basada en el principio de solidaridad entre trabajadores en vez del modelo individualista que se incorpora con la directiva de las 65 horas semanales. La lucha es el camino.

Estado, fascistización y Euskal Herria.


Que todo movimiento que afecta, por mínimamente que sea, al orden social o político establecido reciba la represión del Estado es algo natural, indignante para las personas con una mínima sensibilidad política, pero natural. Esto es lo que sucede con el Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) desde su nacimiento. No obstante, en los últimos años este proceso represivo está subiendo enteros y ampliando enormemente su radio de acción social. La ferocidad de la represión y el histerismo mediático resultan tanto más sorprendentes, pues coinciden con un momento en que el monto de las acciones armadas y las demandas políticas de este movimiento están en mínimos históricos. Ello lleva a pensar que la oleada represiva de los últimos años tenga que ver tanto con la potencia de la amenaza en sí como con contradicciones internas de los poderosos.

Todo Estado, desde que esta entidad existe, representa la organización de la violencia por parte de los grupos sociales dominantes para asegurar el ordenamiento social que les confiere esa situación de preeminencia. Además de este plano de dictadura de clase, que es el fundamental, el Estado también representa una democracia para estos grupos dominantes, expresando la correlación de fuerzas entre sus facciones, más o menos heterogéneas, cuyas tensiones y conflictos, si no se han exacerbado demasiado, se resuelven a través de mecanismos instituidos y consensuados entre sí. Es este grado de integración, la amplitud de la democracia en el seno de los grupos sociales dominantes, lo que marca el carácter democrático-burgués o fascista del Estado capitalista, que siempre es fundamentalmente una dictadura sobre los explotados. Por supuesto, ello no quiere decir que éstos deban permanecer indiferentes ante los cambios de forma del Estado burgués, ya que una mayor capacidad de juego y maniobra entre los poderosos se suele traducir en una mayor apertura para la acción del proletariado.

La reforma del Estado franquista supuso, además de la desactivación de unos poderosos movimientos de masas, la integración de nuevos sectores en el juego político para el reparto del pastel de la explotación del trabajo asalariado y los pueblos oprimidos. Así, el consenso de 1978 supuso la reconfiguración del Estado español con la integración en su estructura de nuevos sectores, fundamentalmente la aristocracia obrera (esos estratos asalariados, privilegiados a través de mecanismos corporativos –el sindicalismo instituido- por la posición que sus metrópolis imperialistas ocupan en el mundo) y las burguesías nacionales periféricas, a las que se ofrendó el Estado autonómico, y que junto a la burguesía financiera y monopolista forman los tres puntales sociales del Estado democrático-burgués español. Esta reconfiguración ha permitido tres décadas de relativamente estable parlamentarismo. La excepción ha sido, precisamente, Euskal Herria. Allí no se ha conseguido desactivar un potente movimiento de masas que sí apunta a las raíces de una de las problemáticas que secularmente arrastra el Estado español: la negación de los inalienables derechos democráticos de los pueblos que lo componen. Desde entonces, las estrategias del Estado contra este movimiento han sido variadas: represión, aislamiento político y mediático, guerra sucia…

Sin embargo, a partir de 2000, con la mayoría parlamentaria absoluta del PP, se produce un drástico cambio político, cuyo aspecto más visible será una escalada cualitativa en la ofensiva general contra el MLNV, pero que afecta también a algunos puntos básicos del consenso de 1978, lo que lleva a pensar que estos cambios políticos traducen corrientes sociales más profundas, y no se limitan a una estrategia represiva convencional del Estado. En el plano exterior hay una completa alineación con EE.UU., ahondando la crisis del proyecto imperialista europeo (de un interés estratégico para la burguesía financiera española, muy vinculada a la exportación de capital a América Latina, y que exige una UE fuerte, como plataforma política frente al principal competidor en la zona, precisamente EE.UU.); en el plano interior se produce una ofensiva en toda regla contra las burguesías nacionales periféricas, con una creciente criminalización del nacionalismo en general, desempolvando los más rancios rudimentos ideológicos del españolismo franquista y cuestionando cada vez más la estructuración autonómica que la propia reforma burguesa se había dado. Parece evidente que estos movimientos de gran calado respondían a un asalto al poder en toda regla de sectores del capitalismo español que se habían desarrollado desde 1978 y que no se encontraban cómodos con el modelo estatal establecido. La creciente importancia que el ladrillo había adquirido en la economía española nos puede dar pistas sobre la fisonomía social de estos sectores que encontraron en el aznarismo su catalizador ideológico y político.

En este contexto se producen las condiciones, y esto sí es algo que encontró el consenso de las principales fuerzas políticas de la burguesía española, para el ataque frontal contra el MLNV que, con la Ley de Partidos, realizada ad hoc para enfrentarse a este movimiento, es sacado fuera del juego institucional y legal en el que hasta entonces, de buena o mala gana, se le había permitido participar. Este drástico recorte del campo de juego institucional, por el que se ponen fuera de ley a importantes segmentos sociales, es la mayor evidencia del proceso de fascistización en el que estaba inmerso el Estado español. De su mano, se imponen las tesis más militaristas sobre la llamada cuestión vasca, actuando manu militari no sólo sobre formaciones o individuos vinculados con la Izquierda Abertzale, sino también más en general con sectores más alejados de este ámbito: Egunkaria, 18/98… llegándose incluso a encausar penalmente a miembros del PNV.

No obstante, esta política unilateral del PP que atentaba, saltándose las reglas consensuadas del juego burgués, contra cuestiones de Estado va a encontrar importante oposición en facciones muy poderosas del sistema. El apoyo a la invasión de Irak y la pésima gestión gubernamental de los ataques del 11-M (con los que se intenta legitimar una aún mayor escalada represiva en Euskal Herria) van a ser las ocasiones para que estos sectores fuercen el cambio de gobierno, que será gestionado por el PSOE. Éste se presenta como el adalid de una segunda transición, lanzándose a una política de contrarreforma, que busca reconstruir los intereses estratégicos del Estado español, tanto en el exterior (vuelta al europeísmo frente al atlantismo anterior), como en el interior (acercamiento y nuevos pactos con las burguesías nacionales, poniendo fin a la criminalización de sus intereses).

Sin embargo, el PSOE no ha desandado el camino de fascistización comenzado con el anterior gobierno, y mantiene el grado de represión en Euskal Herria, manteniendo al MLNV fuera de la ley. Los avances en la criminalización de cualquier disidencia no han sido desdeñados por nuestros “progresistas” burgueses que, muy preocupados en limar las contradicciones en el seno del bloque dominante (no en vano, OPA incluida, han trabajado por la integración del capital especulativo inmobiliario en los sectores monopolistas que rigen el Estado), continúan negando los derechos democráticos de los pueblos y mantienen, independientemente de treguas, la restricción a la participación política en su marco institucional para un amplio sector de la sociedad vasca.

La horca de la humanidad


“Ustedes leerán ahora su sentencia. La conozco. La muerte al hombre. Pero mi sentencia para ustedes fue dictada ya hace mucho tiempo: la muerte al fascismo y la esclavitud capitalista. La vida al hombre, al futuro, al comunismo”.

Julius Fucik “Reportaje al pie de la horca”


Esta fue la respuesta firme y serena que el militante comunista Julius Fucik dio al tribunal de la GESTAPO que le condenaba a muerte, en Berlín, el 25 de agosto de 1943. La pena capital dictada por los perros hitlerianos contra este abnegado luchador antifascista que sería ejecutada apenas dos semanas después. Aquel 8 de septiembre de 1943 en el mas hondo anonimato el cielo se teñía de negro para solidarizarse con el luto de los corazones de las fuerzas antifascistas y democráticas que recordarían esa fecha desde el año 1968 instituyendo en ella la Organización Internacional de Periodistas (OIP) su día, en memoria de aquel héroe de la resistencia que ofreció su vida por la causa mas bella y mas justa que puede conocer la humanidad, la revolución, dignificando esa profesión que se encuentra a años luz de esas fabricas de palabrería reaccionaria y alienante que hoy padecemos.

De familia obrera, Julius Fucik pasa una infancia no exenta de penalidades económicas que no serían una dificultad para que su disciplina y aplicación le permitiesen llegar a estudiar en la Universidad de Pilsen. En 1921 comienza a militar en el Partido Comunista de Checoslovaquia en cuyas publicaciones Rude Pravo y Tvorba trabajaría como redactor escribiendo sobre temas sociales y culturales entre las que destacan sus críticas teatrales.

En la década de los treinta viaja varias veces a la Unión Soviética, plasmados en su obra “En la tierra donde el mañana ya es ayer”, a partir de entonces su vida será consagrada al trabajo político y literario.

En 1939 el ejército nazi invade Checoslovaquia, comenzando la nueva actividad clandestina del Partido Comunista Checoslovaquia, en estos tiempos Julius Fucik escribe bajo pseudónimo sobre personajes de la cultura progresista y democrática checa en diferentes publicaciones. Dos años después en aquellos momentos tan aciagos para el pueblo checoslovaco es elegido miembro del Comité Central.

La abnegación de Julius Fucik por organizar la resistencia en Praga le costaría su detención por parte de la GESTAPO, la mala suerte y la poca experiencia clandestina, llevo a un obrero de la célula del partido en la fábrica de la Junkers que tenía que enlazar con él a cometer el error de no dirigirse a Fucik sino a un provocador llamado Dvorak, como el famoso compositor checo, que desveló su identidad y su posición dentro de la dirección del Partido Comunista de Checoslovaquia. Tras la detención es sometido a todo tipo de torturas y malos tratos por parte de los interrogadores que quedan reflejados en los capítulos denominados “400” y “Celda 267” donde aparecen este espeluznante relato.” “Paso la lengua sobre mis encías e intento contar los dientes rotos. No lo consigo. ¿Doce, quince, diecisiete? No. Ese es el número de los comisarios que "me interrogan" ahora. Algunos están visiblemente fatigados. Y la muerte tarda en venir”, a pesar de las escabrosas vejaciones a las que fue sometido, nunca delató a ninguno de sus camaradas "...No, no temáis. No hablaré. Confiad en mí. Después de todo, mi fin ya no puede estar lejano. Esto ahora es solo un sueño, una pesadilla febril: los golpes llueven, los esbirros me refrescan con agua. Y nuevos golpes. Y otra vez: ¡Habla! ¡Habla! ¡Habla! Pero aún no consigo morir.
Madre, padre: ¿Por qué me habéis hecho tan fuerte?
, e incluso de forma benevolente criticó a los que lo hicieron, “¡Oh, pobres débiles.¡ Como si la vida comprada con la de un camarada pudiese considerarse vida!” de ahí al fatal desenlace que le llevaría a ser trasladado de la cárcel de Pankrác a Berlín donde sería asesinado.

Reportaje al pie de la horca

La obra escrita por Julius Fucik durante su cautiverio en la cárcel de Pankrác, nos ha llegado gracias a un carcelero checo llamado A. Kolinsky, que le proporcionó el papel y el lápiz necesario para escribirlo y que arriesgó su vida para sacar hoja a hoja cada uno de estos versos de firmeza y entrega revolucionaria y que iba escondiendo clandestinamente en diferentes partes hasta que se las entregó a la viuda de Julius Fucik, Gusta Fucikova, quien lo recopiló y nos lo legó el testamento vital de un hombre que entregó todo lo que tuvo por la causa de liberar a la humanidad del yugo opresor. “Reportaje al pie de la horca” o al pie del patíbulo, como se tradujo en los países de América Latina, constituye uno de los testimonios más duros de las barbaridades cometidas por los genocidas nazis con la población de aquellos territorios en los que consiguieron imponer su ley de acero y fuego, pero conteniendo a la vez en cada una de sus páginas el heroísmo y el amor a humanidad que sólo un comunista como Julius Fucik pudo sintetizar en esta frase “Hombres os he amado.¡ Estad alerta!”. Fue traducida a más de ochenta y seis idiomas convirtiéndose en una de las obras universales de la literatura revolucionaria.

In Memoriam

El arrojo y el valor demostrado por Julius Fucik no es sólo su testimonio personal, sino que por el contrario es la voz de los miles de partisanos antifascistas y demócratas revolucionarios que a pesar de caer en los campos de batalla, de ser fusilados en la retaguardia y de sufrir las mismas defenestraciones físicas y psíquicas lo dieron todo por acabar con el fascismo y por conquistar la roja primavera, constituyendo hoy para los jóvenes antifascistas del mundo el mayor referente político, social y moral que se nos ha podido legar.

La reflexión que hoy debemos hacer es la misma que hizo Julius Fucik “¿Cuántos siglos ha necesitado el hombre para, al fin, abrir los ojos? ¿Por cuántos millares de celdas ha pasado la humanidad en su camino hacia delante? ¿Y cuanta le quedan aun por recorrer?”. Para avanzar hacia la conquista de la tierra y el asalto del cielo mirémonos en el espejo de Julius fucik que refleja lo que todos ansiamos.